Tenemos que hablar de Vicente
La fábrica de crimen. Sandra Rodríguez
Grupo Planeta, 2012
Tal vez pocos recuerdan uno de los crímenes más lamentables
del 2004 sucedido en Ciudad Juárez, digo esto, porque pocos hablan de él, es
probable que algunos hayan olvidado el nombre de su autor, y la mayoría ha de
ignorar cómo acabó está historia, al menos la de su principal protagonista:
Vicente León Chávez.
La fábrica de crimen, de Sandra Rodríguez, es un libro que
nos ayudará a no olvidar el crimen y las circunstancias en que se dio. Un joven
de 16 años ayudado por dos de sus compañeros de escuela, asesinó a sus padres y
a su hermana, metió los cuerpos en una camioneta y les prendió fuego. Hizo todo
lo posible por hacerlo parecer un ajuste de cuentas del crimen organizado, estaba seguro de que jamás sería descubierto.
A partir de ahí, del crimen y las declaraciones del mismo
Vicente, Sandra Rodríguez comienza a seguir un hilo que no piensa soltar, la
historia de este joven que motivado por el alto nivel de impunidad que tiene la
ciudad, decide que es fácil hacerlo, que no hay ley que se lo impida, que lo
investigue y que lo encarcele, eso lo dice el mismo Vicente, no cree en la
policía ni en la justicia.
Lo que me llama la atención en este libro, es que a pesar de
la enorme madeja de incompetencia, impunidad, complicidades y corrupción que ha
gobernado a nuestra ciudad en los últimos 20 años, Sandra Rodríguez no suelta
el hilo con el que empieza esta historia, y
a pesar de atravesar esa compleja red de eventos que sacudieron esta
ciudad, Rodríguez no quita el dedo del renglón: la impunidad es la causa de
este crimen, y la impunidad es causada por otros crímenes demasiado comunes sin
importar el partido que gobierne: negligencia, intereses políticos, corrupción,
incompetencia, falta de preparación y un largo etcétera.
Durante el sexenio pasado se nos dijo hasta el cansancio que
el tejido social estaba roto, que los valores se habían perdido y por eso
Juárez, la primer ciudad que entró de lleno al desarrollo de la industria
maquiladora, también había abandonado a sus hijos, y que sus padres habían
empeñado el futuro de sus hijos por obtener mejores ingresos, ambas
declaraciones resultan absurdas, pero normales entre las autoridades y
gobiernos que han descuidado por décadas un derecho elemental de la ciudadanía:
su seguridad.
Se les olvida a esos estudiosos y funcionarios, que la mujer
no dejó el hogar por ejercer un derecho, sino porque un solo ingreso era
insuficiente para sostener a una familia. Y en cuanto a lo primero, a la perdida
de valores, ahí también ignoran algo elemental, los valores son opcionales, el
saberlos no nos obliga a usarlos, ellos lo saben mejor que nosotros, al igual
que sabemos que si hay algo que debe ser obligatorio y respetado es la ley.
El caso de Vicente es el primero que logra un impacto en la
sociedad, tal vez, por ser un parricidio, o por la edad del homicida, la
cobertura de los medios, pero lo que vendrá después es una generación de jóvenes
asesinos reclutados por las organizaciones criminales que se disputan el
control no sólo de la ciudad, sino de la policía municipal y el centro de rehabilitación
para adultos (Cereso).
Leer La Fábrica del crimen de Sandra Rodríguez, es dar un
vistazo rápido, pero profundo a la decadencia total de una ciudad, decadencia
provocada por sus mismos gobiernos, en todos los niveles, pues las decisiones
que afectan a Ciudad Juárez se toman desde los tres niveles de gobierno.
El libro cala hondo en varios sentidos, sólo nombraré tres:
el primero es ver cómo la mayoría fingimos no darnos cuenta del avance del crimen
organizado, los hechos y la información siempre estuvo ahí. El segundo es
descubrir el pozo donde está sumergida la ley en México, la justicia y los
programas de rehabilitación carcelaria, las tres son una perversa acumulación
de omisiones, incompetencias e indiferencias absolutas, por no llamarlas
complicidades o simple y llana corrupción, por último
duele comprobar que Vicente León Chávez tenía razón, los homicidios
perpetrados por el crimen organizado, jamás son investigados, hasta el día de hoy no se sabe en qué van las investigaciones de su asesinato, sucedido en agosto de
2009 donde fue acribillado junto a Iván Vital Castañón en un puesto de tacos, tenía apenas tres meses de haber salido del Cereso.
La verdad duele, pero esa no es razón para olvidarla, por
eso insisto en que tenemos que hablar de Vicente.
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