Noticias desde el infierno
Territorio Comanche, Arturo Pérez-Reverte
Editorial Alfaguara, 2001
Hay autores que sobresalen en la brevedad, a pesar de que Pérez-Reverte es famoso por algunas obras que rebasan las 300 páginas, yo prefiero sus instantes de realismo y memoria fría, sus artículos compilados en Patente de Corso y Con animo de ofender, son textos que repaso cada año, sólo para admitir que nada ha cambiado, otro libro al que vuelvo con la misma frecuencia es Territorio Comanche, un recuento sin moral alguna de sus 21 años de corresponsal de guerra.
21 años de contemplar la podredumbre humana resumidos en 136 páginas suena algo extremo, pero la realidad siempre lo ha sido, y esa podredumbre no ha dejado de existir, Pérez-Reverte lo sabe de primera mano y arma una breve historia en la que suceden todas las guerras anteriores, mientras Márquez, el camarografo de Barlés espera a que un puente sea derribado, siempre ha querido filmar uno al momento de caer, y ese día en Bijelo Polje, una ciudad al norte de Montengro en plena guerra, todo parece indicar que el viejo puente de piedra tiene las horas contadas, y es en esa horas de espera, donde el narrador recorre otro territorio devastado, la memoria de cada uno de ellos.
Sin preambulos, ni descripciones decorativas, y como simple corresponsal del infierno, Pérez-Reverte viaja del pasado al presente en las vidas de estos hombres que lo han visto y escuchado casi todo, niños con la cabeza aplastada, ancianos abandonados a su suerte en los asilos, una biblioteca en llamas, cadáveres por todos lados:
Arrodillado en la cuneta. Márquez tomó foco en la nariz del cadáver antes de abrir a plano general. Tenía el ojo derecho pegado al visor de la Betacam, y el izquierdo entornado, entre las espirales de humo del cigarrillo que conservaba a un lado de la boca. Siempre que podía, Márquez tomaba foco en cosas quietas antes de hacer un plano, y aquel muerto estaba perfectamente quieto. Cuando tenía que hacerle un plano a uno, Márquez siempre accionaba el zoom para enfocar a partir de la nariz. Era una costumbre como otra cualquiera, igual que las maquilladoras de estudio empiezan siempre por la misma ceja. En Torrespaña eran famosas las tomas de foco de Márquez; los montadores de video que suelen ser callados y cínicos como las putas viejas, se las mostraban unos a otros al editar en las cabinas. No te pierdas ésta, etcétera. Junto a ellos, los redactores becarios palidecían en silencio. No siempre los muertos tienen nariz.
Así, en este ir de una guerra a otra comprendemos verdades muy sencillas, todas las guerras son la misma cosa, pisos que crujen al caminar sobre ellos, llantos, manchas de sangre, el penetrante olor de la orina en el encierro, rostros mirando hacia cualquier parte, miedo y una bola de hijos de puta cuyo corazón ha sido devorado por los tambores de la guerra.
Pérez-Reverte, tal vez sin proponerselo tambien hizo de Territorio Comanche un sentido homenaje a sus colegas, porque este libro esta lleno de otros corresponsales de guerra, de vivos y muertos, de los que sobrevivieron amargamente y de los que cayeron en desgracia por culpa del azar y uno de los hijos de puta que mencioné antes. Hombres que aterrizaron en sus países y terminaron sus vidas en un accidente de auto, o los que prefirieron arrugarse detrás de un escritorio al sacar cuentas y descubrir que entre las balas del próximo día una ya tenía su nombre.
Ante el horror de la guerra, el autor aún se da oportunidad de poner en claro el absurdo de los medios de comunicación, a los corresponsales se les piden comprobantes de gastos, y cómo compruebas el soborno a un guardía, la compra de gasolina a un contrabandista, o los servicios de un guía clandestino que tambien va huyendo de la guerra. Las facturas que se pagan son otras, el tratar de dormir en pleno bombardeo, el despertar antes de que una granada explote en el mismo piso de hotel donde te hospedas, el salir a cubrir el territorio y no saber si volverás a ver a tus colegas por la tarde, salir a ver el horror frente a frente y no obtener nada a cambio
Nada es tan frágil como lo que tienes, se dijo. Y lo más frágil que tienes es la vida.
Ahí en la calle, donde todas las ciudades en guerra tienen el mismo aroma: sangre y polvora derramada, Pérez-Reverte sabe que del otro lado los que contemplamos ese minuto de guerra en el televisor (minuto que le ha costado todo el día), no tenemos ni la puta idea de lo que es estar ahí, para nosotros la guerra es algo lejano y ajeno, algo que se puede resolver con buena voluntad y la colaboración de todas las naciones, de ese asunto no sabemos ni una mierda
Con los compromisos intelectuales, con los manifiestos de solidaridad, con los artículos de opinión de los pensadores comprometidos y las firmas de las figuras de las artes y las ciencias y las letras, los artilleros serbios se limpiaban el culo desde hace tres años
Territorio Comanche narra estas horas de espera y esos años tras la sangre, esos minutos que Márquez pasa preocupado más por la bateria de su Betacam, que por la bateria enemiga que se acerca, esos segundos en que Barlés pasa lista entre sus vivos y sus muertos, entre el horror y sus fantasmas, ese instante en que toda la historia de un puente se derrumba y se esparce en la nada, como las vidas que se esparcen en nombres, en cifras estadisticas, en 30 segundos de transmisión, en nada.
Fue lo primero que leí de Reverte, hace muchos años. También siento gran admiración por su columna semanal. Admirable en muchos aspectos.
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