Abril Rojo. Santiago Roncagliolo
Alfaguara. 2006
La fabula del horror y el mounstro
No soy aficionado a leer los libros que obtienen algún premio, es raro que esa estrategia de mercado que las editoriales insisten en disfrazar de reconocimiento me haga caer en las redes del consumo editorial.
Sin embargo ya había leído a Santiago Roncagliolo por otros lados, una crónica en la revista Gatopardo y un cuento simpático aparecido en Pequeñas Resistencias 3, así que esta novela que se alzó con el premio Alfaguara en el 2006 no me pareció mala elección y la incluí en mis lecturas del mes, la dejé al final de todas y no me arrepentí, Abril Rojo es uno de las novelas más interesantes e intensas que he leído por estos días.
El género de suspenso o thriller en latinoamérica tiene sus características muy esenciales, el homicidio jamás termina resuelto del todo, los inocentes resultan no serlo, y el investigador de alguna manera termina involucrado, a veces es complice, en otras es quien ocasiona todo, las razones son obvias, latinoamérica es un thriller perpetuo, su democracia es una farsa terrorífica y su violencia rebasa cualquier pesadilla que haya tenido cualquier escritor de relatos de terror. Santiago Roncagliolo hace uso de todo este antecedente y crea una obra peculiar.
Para empezar tiene un personaje entrañable, Félix Chacaltana Saldívar, fiscal distrital adjunto de Ayacucho, un pueblo de Perú donde acaba de ocurrir un extraño homicidio, un cuerpo semicalcinado y sin un brazo es todo lo que necesita Roncagliolo para encender la mecha de una novela explosiva e incendiaria, eso y la respuesta del doctor Posadas a la pregunta que el fiscal Chacaltana le hace en la sala de obstetricia del hospital (da igual la morgue ya no tiene congelador)
-Una última pregunta, Doctor Posadas. ¿Dónde se podría incinerar un cuerpo hasta tal grado? ¿En un horno de pan… en una explosión de gas?
Posadas tiró al suelo el cigarrillo. Lo pisó y tapó el cuerpo. Luego sacó otro chocolate. Le dio una mordida antes de responder:
-En el infierno, señor fiscal.
De ahí en adelante Roncagliolo nos va dibujando de manera lenta pero con precisión a un personaje peculiar entre todos los demás que habitan la novela, Félix Chacaltana Saldívar es un hombre apegado a la ley, al menos a sus normas, sus reglas y sus procesos, hace exactamente lo que dicen los códigos, ordenamientos y manuales regulatorios, es el especimen más extraño que puede existir en América Latina: es un burocráta que trabaja, separado de su mujer y huerfano, vive insistiendo en que el fantasma de su madre no se vaya de su casa, mantiene la habitación tal cual la dejó al morir y duerme cada día en compañía de un retrato distinto, es un hombre solo que decide regresar a su pueblo natal decidido a pasar ahí el resto de sus días, los demás funcionarios creen que lo mandaron de regreso para castigarlo por algo.
El homicidio para la autoridad, los militares para ser precisos, es resultado de un lío de faldas que salió mal, para Chacaltanan algo no encaja e insiste en que se realicen todos los procedimientos habidos y por haber para comprobar que no fue un acto terrorista, y a pesar de que todos le piden que deje las cosas como están, nuestro personaje se dedica a dejarle las puertas abiertas a los muertos y a los asesinos, lo que sigue es una carnicería, un viaje a la profunda locura latinoamericana, a nuestra absurda naturaleza autodestructiva, y a nuestra heroíca clase militar:
El detenido negó repetidamente la existencia de cualquier vínculo con Sendero Luminoso, lo cual convenció más aún al teniente Cáceres Salazar de su implicación en los respectivos atentados, según ha manifestado, porque los terroristas se caracterizan por negar siempre su participación en los hechos. En consecuencia, y para incrementar la colaboración del detenido, se le practicó una técnica de investigación consistente en atar sus manos a la espalda y dejarlo colgar suspendido del techo por las muñecas, hasta que el dolor le permita proceder a confesar sus actos delictivos.
Cada persona con la que habla Chacaltana es asesinada, quemada casi por completo y una parte de su cuerpo cercenada, según las líneas de investigación dicho acto responde a una vieja tradición de los indios peruanos, al final la locura ya es colectiva, la novela se desarrolla dentro de una festividad mayor, la semana santa y todo parece indicar que los asesinatos tienen algún significado religioso, y en el transcurso de esto, el personaje de Chacaltana sufre una leve transformación: deja de estar ciego, abandona las reglas y el orden en busca de una respuesta real a lo que está sucediendo o y a la vez recuperar su cordura perdida.
Ahora que su mundo se ha derrumbado, lo que hay frente a sus ojos le causa pavor, volver a sus rutina ya es imposible, al final él descubrirá no sólo al responsable de los homicidios, sino al asesino de su propia madre, se descubrirá mounstro tambien, cádaver que anda por las calles de Ayacucho, fantasma que nadie mira, hombre que ya no existe.
*o*
A mí esta novela no me agradó del todo, de pronto es muy esquemática y hasta cierto punto predecible, si bien es cierto que refleja el asunto latinoamericano, no creo que ese sea su gran acierto, muchas novelas lo hacen, por ejemplo el Complot Mongol, y creo que en esta última su acierto es la frescura.
ReplyDeleteEl final si es predecible, y hasta mañosón, pero a mi si me agrada como se va elevando el grado de locura en los protagonistas, creo que el más cuerdo, o el único, es Felix Chalcatana y ver como lentamente se le va destruyendo la cordura me parece interesante.
ReplyDeletequé qué qué te falta mujeeeer
ReplyDeletequueeee!
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