Contra las novedades
Hace un tiempo fui víctima de estos asuntos, los libros de “nuevos” autores, de “nuevas promesas” o “revelaciones definitivas” me llamaban la atención como si fueran revistas con discos gratis, ahora a la distancia admito que caí en las trampas del mercadeo, cedí a mi apetito por la destrucción y me dejé llevar por un rechazo adolescente a todo lo que oliera a tradición, de una vez declaro, que estoy arrepentido, un poquito.
Ahora que veo las mesas de novedades de las librerias, en todas las portadas leo “esto es un asalto” incluso en las librerías donde hay libros interesantes, el sablazo sigue siendo el mismo “afloja pichoncito, te va a gustar” y la verdad, casi siempre las paso de largo diciendo “cruz, cruz”.
Los que me conocen saben que tengo botado el codo, y que las frases promocionales de los libros “nuevos” ya no me provocan ningún gesto en mi cara de palo. Aún así, me sigue sorprendiendo que los libros aparezcan por todos lados y de todo tipo, que si los hombres las buscan bien pendejas pero aman a las cabronas, que los mormones son mejores vampiros al amanecer, que si el narco que cambio su Titan por una cabeza, la verdad, dan pena, vergüenza, lástima, hombre, que dan todo menos ganas de comprarlos, y eso se supone que es lo que deben hacer las novedades, antojar desde el título sabrosón, cerrarnos la hojita en el parrafo azaroso, invitarnos a quedarnos desde la primera página, pero cómo, si desde la portada las palabras “fundamental”, “más importante”, “lo mejor” ya nos estan haciendo gestos bastante extraños, incluso la frase “la última novela de…” me suena bastante falsa, ¿la última? bueno fuera.
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