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Una isla sin mar. César Silva Márquez 
Mondadori, España 2009
Como hablar del abandono sin nombrarlo




Solamente los extranjeros viajan / poseyéndolo todo /yo no tengo a donde ir
Leonard Cohen



Empezaré con dos lugares comúnes, todas las ciudades son una sola y toda ciudad es un abismo, de ahí que sea imposible huir de ellas, habrá señales, amigos que nos inviten a seguir su ejemplo, habrá paisajes que nos resulten atractivos, canciones que nos hagan pensar en otros sitios; ¿pero en verdad es posible huir de las cosas que nos habitan? ¿es decir de la ciudad que ha envejecido con y en nosotros? ¿Es posible arrancarse de la memoria esa parte a la que pertenecemos sin salir lastimados?

Una isla sin mar de Cesar Silva Márquez es una novela donde se exploran esas posibilidades, Martín, el personaje principal, comienza a tener en sus sueños una aparición recurrente, un anciano que le dice “te tienes que marchar” esa es la señal, la advertencia, y el principio de la novela.

Pero mientras Martín reflexiona las palabras del viejo que habita sus noches, los demás, los que sí son reales empiezan a marcharse de Ciudad Juárez, mientras Martín pasea por los profundos pasillos de su memoria y los terribles sotanos de su presente, los demás hacen planes para alejarse, exploran los riesgos y están dispuestos a todo, a probar con otros sitios si es que el primero falla, lo que sea, menos volver.

Al mismo tiempo que todos ya lo han decidido, Martín realiza otro tipo de viaje, el más arriesgado que se puede hacer en la vida: recorrer él solo la carretera de sus años viviendo en esta ciudad, es decir, todos. Y en ese largo andar vuelve a encontrarse con los que se van, y entonces regresan las preguntas ¿quiénes son los que se van? ¿y quienes somos realmente nosotros, los que nos quedamos?

Los que se van son Mariana, su última pareja, Fabio su amigo escritor, Yolanda , Perla, todos de alguna forma son los únicos vínculos que Martín tiene con esta ciudad, con ellos el habitarla ha sido más cómodo, más placentero, menos agotador, antes de ellos sólo se tenía a él, y antes de ellos sólo hay recuerdos que hoy evoca de manera dispersa, esos recuerdos lo tienen anclado, hundido en esta porción del mundo, y aunque en su mente brillan los nombres de Brasil, Santa Mónica, Zihuatanejo, en ninguno de esos lugares puede verse en realidad, algo en él insiste en quedarse.

Entre los escapes imaginarios y los recuerdos narrados de manera precisa, asistimos al extraño inventario de un viajero inmóvil, a la travesía de un explorador que lleva sus alforjas llenas con las pesadas piedras del pasado. Viene entonces otra pregunta: ¿Es un error quedarse a vivir en la ciudad donde nacimos? Si es así ¿a dónde pueden huir los descendientes de los que llegaron aquí huyendo de algo? César Silva Márquez al narrar la historia de los padres de Martín da un breve pero conciso retrato de la migración, una pareja formada por el azar, la busqueda y el progreso, un hombre y una mujer que se conocen en este sitio y que no piensan irse de él, ese hombre construye la casa donde crecerá Martín, la misma donde ahora sueña al anciano que lo incita a marcharse, tal vez desde que sus padres decidieron quedarse lo condenaron sin saberlo a permanecer aquí, tal vez cuando su padre diseñó su hogar, tambien sembró en ese terreno las profundas raíces que no lo dejaránn huir. Tal vez.

Por otro lado, los personajes de la novela son los amigos distantes, el tipo de amistad que se da en las ciudades que van creciendo en desorden, los vecinos de la infancia desaparecen o se alejan, los amigos de la universidad tambien parecen haber dirigido sus vidas en sentido contrario y las distancias, las prisas y el tráfico aparecen como pretextos para no volverse a ver. Todo, cualquier cosa que evite nombrar al tiempo, la edad, los años transcurridos, es admisible en el cajón de las excusas. Alejarse es un truco para no envejecer frente a los demás, la distancia sirve para no ver nuestras arrugas en la cara de los otros, en soledad el tiempo parece transcurrir de manera distinta. Los verdaderos amigos son aquellos que siguen con nosotros después del final de nuestra juventud.

Si los que se van y los que se quedan sólo son dos tipos distintos de fantasmas ¿qué son entonces todas esas personas que jamás volvemos a ver pero que de vez en cuando aparecen en las sucias ventanas de nuestra memoria? Viejos conocidos, casi nadie diría Martín.

Al final Martín encontrará esa ancla que sin saberlo es lo único que ha estado buscando para no marcharse, esa raíz que siempre pensó rota aparece supuestamente por azar, por un encuentro con uno de los tantos desconocidos que acaba de perder a su padre, una vieja tradición popular dice que sólo perteneces al sitio donde están tus muertos, que sin ellos, no hay nada que te ate a cualquier terruño, y Martín encuentra ese amable cadaver que le impide decir adiós a este sitio.

Una isla sin mar es una alegoría precisa de lo que es esta ciudad: un pedazo de tierra sin nada alrededor, un montón de arena en donde nuestros padres encallaron presas de las olas del desastre, una playa donde todos los botes parecen inservibles y las brujulas tienen sus agujas rotas, la única manera de sobrevivir a nuestro naufragio es encontrar alguien con quien compartirlo, no importa que ese alguien este muerto,Martín entonces se entregará a su naufragio, la mejor balsa que ha encontrado es un feretro sin remos, el sueño del viejo no era una orden si no una advertencia, el debía marcharse antes que todos. ahora son sus amigos los que han marcado una distancia, y serán ellos los que noten su envejecimiento a traves de las línea teléfonica.

Una Isla sin mar es una extensa variante de la frase de Jim Morrison: “nadie sale vivo de aquí”. Sí se puede salir vivo de aquí pero no sale completo, algo de ti siempre quedará enterrado en esta ciudad, es lo que nos dice Cesar Silva Márquez, tal vez sea el cádaver de un perro que tu mismo mataste, o el de una muchacha que jámás volviste a ver. Los que se han ido de esta ciudad, los que están pensando en hacerlo, incluso los que han regresado no tardarán en entenderlo, los que seguimos aquí sabemos de que está hablando.

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